Fue en 1961 cuando un astrónomo polaco llamado Kazimierz Kordylewski, reportó haber observado extrañas concentraciones de polvo espacial en nuestro sistema. Pero él no fue el único, otros astrónomos también encontraron particulares nubes en ciertos puntos L.
¿Qué son los puntos L? Los puntos de Lagrange, puntos L o puntos de libración, son 5 posiciones donde objetos pequeños pueden orbitar debido a la gravedad que ejercida por algún planeta. Un ejemplo muy claro de objetos que pueden ubicarse en estos puntos L son nuestros satélites artificiales y la Luna con respecto a nuestro planeta.
Es así como los puntos Lagrange son puntos de referencia para saber en qué posición específica se encuentran orbitando, y por lo tanto no se encuentran en una posición fija, actualmente hay cinco: L1, L2, L3, L4 y L5 y cada uno corresponde a diferentes tipos de órbita.
Por ejemplo, una masa ubicada en L1, significa un pequeño objeto ubicado entre dos masas grandes, que termina orbitando rápidamente alrededor de la masa más cercana. Por ejemplo, entre la masa del Sol y la masa de la Tierra, encontramos a la Luna que orbita y tiene otras conductas en relación a nuestro planeta ya que se encuentra más cerca de nosotros, a pesar de que el Sol sea “más fuerte” en términos de gravedad.
El punto L2 se relaciona con un periodo orbital más lento que el planeta más lejano. Por ejemplo, un objeto que esté más cerca del Sol que de la Tierra, cumplirá su ciclo orbital más lento, por lo que incluso podría tener los mismos tiempos que nuestro planeta.
Y así sucesivamente, estos puntos no solo nos ayudan a ubicar estos cuerpos pequeños en algún lugar del espacio, sino también nos dice cómo otras masas influyen en ella. Aclarado esto, podemos tener una idea de lo que se refiere cuando los científicos encontraron dicha nube entre los puntos L4 y L5 en relación con las masas de la Tierra y la Luna.
Como podemos ver, estamos hablando de objetos ubicados justo en nuestra órbita terrestre que no están más lejos que la Luna, y sus puntos Lagrange nos sugieren que imaginemos que hay una línea recta que va de la Tierra a la Luna, y que exactamente a 60° con respecto a esta línea, tenemos un cuerpo pequeño orbitando.
Un segundo cuerpo pequeño se encontró en L5, significa que el cuerpo pequeño está orbitando en un ángulo menor que 60°. Una vez obtenidas las ubicaciones, más científicos se apresuraron a averiguar de qué se tratan estos objetos pequeños.
Las opiniones fueron divididas, algunos pensaron que no había absolutamente nada ahí, mientras que otros lograron avistar una muy tenue iluminación en forma de nubecillas, justo como lo había notificado Kazimierz Kordylewski décadas atrás, razón por las cual se le denominó a estos objetos como nubes de Kordylewski.
Estas concentraciones de polvo incluso fueron considerados como una segunda Luna
Como pudimos ver, estas nubes de polvo estelar están compartiendo espacio con nuestros satélites y la Luna de forma estable, y según se ha dicho, su movimiento alrededor de nuestro planeta es más como elipses que círculos perfectos a alrededor de 400.000 kilómetros de distancia.
Desde su descubrimiento y su teórica presencia, ya que no todos estaban convencidos de su existencia, se ha explorado mucho incluso en la actualidad, eso lo ha demostrado un estudio publicado en la revista científica ‘Monthly Notices of the Royal Astronomical Society’ donde unos astrónomos húngaros aún trataban de descifrar lo que ocurría en nuestra órbita.
Pero incluso para ellos, esta nube era demasiado tenue para divisarlas a simple vista, lo que los hace también difícil de estudiar y observar. El astrofísico del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, Héctor Vives, admite que se trata de un fenómeno temporal.
Tras haber hecho unos cálculos, se presume que el polvo podría estar orbitando unos meses o incluso una década, posiblemente lo necesario para poder saber más de ellas a pesar de lo difícil que es observarlas desde la Tierra y todos los fenómenos espaciales que la afectan como la gravedad y el viento solar.
Esto es muy importante de anotar pues estos factores externos podrían hacer incluso que encuentren un espacio en los puntos de Lagrange de forma estable, pero de no ser así, se estima que podrían cambiar de ubicación, posiblemente en un lugar menos visible o lo contrario, donde podamos verla a simple vista.
Pese a todo lo que se teoría sobre esta y el gran interés que hay, todavía no se puede confirmar a ciencia cierta su existencia, pues se requiere de más sustento científico para darlo por hecho. Algo que ha sido muy difícil puesto que las observaciones solo han sido por observación, mientras que aparatos de detección no han podido corroborar nada.
Dicho artículo menciona la importancia de ir más allá de las tecnologías de detección tradicionales y propone una observación desde el espacio a través de una sonda que combine fuerzas con telescopios terrestres.
Entonces, ¿de confirmarse se le podría considerar a estas nubes como un segundo satélite como lo han sugerido algunos medios de comunicación? Héctor Vives menciona que sus características no lo permitirían, ni siquiera podría considerarse un pseudosatélite, un término utilizado en el Reino Unido para identificar satélites u otros aparatos en órbita.
Sin embargo, no podemos cerrarnos a la posibilidad de en algún momento considerarlo como tal, desde que conceptualmente un satélite natural no está bien definido en cuestiones de tamaño, tal y como sucede con todas esos pequeños cuerpos conformando los anillos de Saturno, que en algunos lugares son llamados “moonlets” o lunas menores, pero nuestras nubes incluso son mucho más finas y pequeñas que estas.
La Tierra tiene la capacidad de atrapar objetos viajeros y convertirlos en minilunas
Pese a la incredulidad de muchos con respecto a las nubes de Kordylewski, de hecho no estamos hablando de algo improbable, después de todo la fuerza que ejerce la gravedad de la Tierra puede ejercer fuerza sobre otros objetos.
Los asteroides también pueden ser acompañantes de la Luna en nuestra órbita de forma temporal, recibiendo el nombre de minilunas que hacen una pequeña parada en nuestro campo gravitatorio mientras siguen su camino.
De hecho, ya hay registros de minilunas, asteroides pequeños que se aproximaron demasiado a nuestro planeta y a una velocidad bastante baja para ser capturado por nuestra gravedad, tal es el caso de 2006 RH12 de alrededor 3 metros de diámetro que estuvo en órbita entre los años 2006 y 2007.
2020 CD3, fue otro asteroide que hizo de satélite natural temporal descubierto en febrero de 2020, y se estima que nuestro planeta lo pudo haber atrapado entre 2016 y 2017. Tuvo un diámetro de hasta 6 metros y pudo haber pesado casi 5.000 kilos.
2020 SO es el más reciente hasta la fecha, y aún no se sabe si se trata de un asteroide o basura espacial. Fue descubierto acercándose a nuestro planeta el 17 de septiembre de 2020. Por ahí del 15 de octubre del mismo año, se acercó lo suficiente para ser capturado por nuestra gravedad.
Se estima que este último tenga un diámetro entre 6 y 13 metros, y que en febrero haya logrado su mayor acercamiento. Desde luego, no sabemos por cuanto tiempo nos seguirá acompañando.
Este último nos hace pensar que incluso la Tierra es capaz de capturar su propia basura espacial, tal es el caso del J002E3, una miniluna artificial descubierta el 3 de septiembre de 2002 por Bill Yeung, quien descartó fuese un asteroide al identificar que se trataba de la sección S-IVB perteneciente a la tercera fase de vuelo y última fase de vuelo de la nave espacial ‘desechable’ Saturno V que fue lanzado durante la misión Apolo 12 de 1971.
Debido a que esta nave tenía el viejo formato de desprender gradualmente secciones de su nave, hay mucha basura espacial aun rondando a nuestro alrededor. Desde entonces, se ha convertido en uno de nuestras minilunas artificiales con un ciclo orbital de 40 años con una distancia que varía.
Esto nos pone a pensar sobre todos aquellos objetos naturales y no naturales que podríamos estar capturando en cualquier momento y nos ayudaría a saber qué hay más allá de nuestro rango visual.
Además, también brinda información sobre cómo otros planetas de mayor tamaño y fuerza de atracción que la nuestra, han sido capaces de atrapar cuerpos viajeros s con potencial peligro de impacto para nosotros.